Por: Maite Mainero.
En 1762 Jean-Jacques Rousseau escribió sobre las mujeres:
“Las mujeres se equivocan al quejarse de la desigualdad de las leyes hechas por el hombre; esta desigualdad no es creada por el hombre, o, en cualquier caso, no es el resultado de un mero prejuicio, sino de la razón.” – (Rousseau, Emile, 1762)
Esta cita se escribió hace 257 años y aunque el camino que han recorrido las mujeres desde entonces en términos de equidad de género ha sido largo, ¿realmente qué tanto ha evolucionado el papel de la mujer en ese tiempo?
“Las mujeres deben de ganar menos porque son débiles, son pequeñas, y son menos inteligentes” suena a una frase que pudo haber dicho un colega de Rousseau en el siglo XVIII y sin embargo, fueron dichas hace dos años por el político polaco izquierdista Janusz Korwin-Mikke en un debate sobre la brecha salarial de género, increíble ¿cierto?
Aunque difiero en gran medida con Rousseau, hay algo con lo que sí concuerdo: la desigualdad no es meramente el resultado de un prejuicio, pues aunque es un elemento con peso, lo fundamental radica en la razón. A lo largo de la historia el hombre ha desarrollado una narrativa para defender su postura como el ‘sexo superior’ y mantener su dominio político-económico-social en el mundo. Esta narrativa surgió de prejuicios que, rápidamente, fueron moldeando el raciocinio del hombre a través de correlaciones falsas entre dos o más variables. Entonces, ¿cómo nos podemos deshacer de razonamientos plagados de prejuicios y que han estado en la psique del ser humano por cientos de siglos? Ciertamente, no sólo a través de acciones afirmativas, y quiero resaltar la palabra ‘sólo’, porque no estoy diciendo que no deberían de implementarse, sino que no son suficientes.
Sin duda alguna, las leyes son fundamentales para dar un paso a esta anhelada equidad, pero no son suficientes, pues éstas sólo generan un cambio de manera superficial y burocrática. El principal problema reside en la sociedad misma. ¿De qué sirve tener leyes en papel si en el día a día, la mujer continúa ganando 15 centavos menos por cada peso que gana el hombre? ¿De qué sirve si el 95% de los feminicidios quedan impunes? ¿De qué sirve si la única participación que tiene la mujer en la política, es por medio de la cuota de género?
La equidad de género no se debe de obligar, se debe de fomentar; y, sobre todo, como dice Ana Yeli Pérez, abogada del Observatorio Nacional Ciudadano contra el Feminicidio, se trata de “la voluntad del estado para dar seguimiento a las políticas públicas que generen un cambio cultural para erradicar el machismo”. Si las políticas no buscan directamente hacer un cambio en la sociedad, es, prácticamente, como si no se estuviera haciendo nada al respecto.
Aún falta mucho para lograr un cambio cultural que derive en una equidad de género eficiente. El Índice de Brecha Global de Género, realizado por el Foro Económico Mundial, indica que le tomará a la humanidad 202 años para poder llegar a la paridad. Yo considero que podemos reducir ese número de manera significativa si, como colectivo, comenzamos transformando la razón, como lo indicaba Russeau, para posteriormente quebrantar el prejuicio y moldear la cultura y las prácticas que subyacen.