Por: Luis Daniel Santiago.

El fin de semana del 22-24 de marzo de este año, fue quizá uno de los mejores para Donald Trump desde que es presidente.

Desde el viernes comenzaron a revelarse detalles de los resultados de la investigación de dos años del fiscal especial Robert Mueller, que en esencia confirmaron que no hubo una colusión entre la campaña de Trump y el gobierno ruso para frenar a Hillary Clinton y favorecer al ahora presidente durante el proceso electoral de 2016. A partir de este resultado, se fueron realineando las posiciones de las fuerzas políticas en Estados Unidos, con los demócratas replegándose y los republicanos, con el propio presidente a la cabeza, pasando a la ofensiva.

Con el veredicto de Mueller, las bancadas demócratas en el congreso, lideradas por Chuck Schumer en el Senado (como minoría) y Nancy Pelosi en la Cámara de representantes (siendo mayoría) quedaron en el peor de los escenarios posibles. Perdieron el que esperaban fuera su as bajo la manga para limitar las probabilidades de reelección de Trump e inclusive, la posibilidad de iniciar un juicio político en su contra.

Es cierto que el reporte de Mueller descarta la intervención rusa en la campaña de Trump, sin embargo, tampoco lo exonera del todo, dejando abierta la línea de una posible obstrucción a la justicia. Además, como producto de esta investigación, ex colaboradores de Trump están siendo acusados por diversos crímenes y e incluso algunos ya fueron sentenciados a prisión, como el que fuera su director de campaña, Paul Manafort o su ex abogado, Michael Cohen. Los demócratas han tratado de resaltar estas detenciones como prueba de las irregularidades en la campaña de Trump. Pero hoy están en la defensiva.

El resultado del reporte le da legitimidad a la palabra de Trump, porque le permite afirmar que tal y como él lo aseguraba, la investigación se trató de una “cacería de brujas”, de una persecución sin sentido cuyo resultado probaría su inocencia. Con su sobrada confianza en sí mismo, hoy se pavonea con un “se los dije”. El reporte le da a Trump las municiones que necesita para iniciar una nueva embestida, tanto en su agenda como en su discurso, más polarizante y agresivo que nunca.

Más allá de las consecuencias políticas de esta nueva postura de Trump, lo mas interesante, desde el punto de vista de la estrategia electoral, es que el tema ya dejó de ser un asunto legal. Ahora es una guerra de narrativas. La palabra de Trump, con más fuerza que nunca, apoyado de forma casi unánime por su partido, frente a la de un partido demócrata carente de un liderazgo claro, con su base de apoyo atomizada entre los (hasta ahora) 17 precandidatos presidenciales.

¿Qué le queda a los demócratas? La defensa de la salud. De acuerdo con los datos arrojados por diversas encuestas, la salud fue identificada como la preocupación principal del electorado durante las elecciones de 2018. Mientras el tema de conversación seguía siendo el reporte Mueller, el Departamento de Justicia de Estados Unidos le dio la razón a un juez del estado de Texas que había fallado en contra de la Ley de Protección al Paciente y Cuidado de Salud Accesible, también conocida como Obamacare, argumentando que es inconstitucional.

A pesar de que este programa ha sido sumamente criticado desde su creación, la realidad es que sus opositores, entre ellos Trump, no han logrado presentar una alternativa funcional para dicho programa. La decisión del presidente de retomar los intentos para derogar el Obamacare, puede constituir un error de cálculo político que los demócratas deberían aprovechar.

Los demócratas tienen la posibilidad de construir una narrativa que vuelva la salud pública el gran tema de la próxima campaña electoral, teniendo además la posibilidad de presentar un argumento muy simple, el del presidente que quiere dejar a las personas sin cobertura de salud, y además, sin una alternativa de política pública válida. De cualquier manera, faltaría mucho para que se diera una derogación absoluta de la ley. Mientras no se presenten acciones concretas para desmantelar el Obamacare, el tema sigue siendo una guerra de narrativas.

En 2016 los demócratas fueron incapaces de debilitar la retórica del candidato Trump y hoy se encuentran vulnerables, sin su principal teoría para deslegitimar al mandatario: la conspiración rusa. Será interesante observar si el Presidente Trump logra aprovechar el viento a su favor para reelegirse en el 2020 o bien, si los demócratas logran, de alguna forma, hacerle frente al huracán Trump.

 

SOBRE EL AUTOR:

LUIS DANIEL SANTIAGO

Estratega Junior en Politiks360º

Comunicólogo apasionado por la política y la sociedad. Curioso investigador de las tendencias que mueven al mundo. Propone contenidos estratégicos y creativos para cada momento de nuestras campañas.

 @ldsanvid