Por: Redacción.
Todos sabemos quién es Lionel Messi o Cristiano Ronaldo, pero pocos (muy pocos), sabemos quién es Alexa Morgan o Megan Rapinoe. No son actrices, no son modelos de Victoria’s Secret; son nada más y nada menos, que dos de las 22 mujeres que se coronaron como campeonas del MUNDO de la liga de futbol femenil 2019.
Históricamente, el fútbol ha sido un deporte destinado a hacer soñar en grande a los hombres y a echar un balde de agua fría a las mujeres que intentan hacerlo. Mera cuestión de género y estereotipos, claro está. Por esta razón, el Mundial que se llevó a cabo el mes pasado, fue un parteaguas, pues fue la plataforma perfecta para que las jugadoras levantaran la voz y exigieran los derechos que les corresponden: un salario igual que el de sus pares masculinos, por ejemplo.
Aunque es verdad que el apoyo en general ha incrementado del mundial del 2015 a éste, aún queda mucho por hacer. La selección estadounidense fue acreedora de 4 millones de dólares por haber quedado en primer lugar, mucho ¿cierto? Pues no lo suficiente comparado con lo que se embolsaron los franceses que levantaron la copa en el mundial de Rusia el año pasado, quienes se llevaron a casa aproximadamente 38 millones de dólares. Esta cantidad no solamente es nueve veces mayor que lo que se llevaron las norteamericanas, sino que además, sigue siendo más de lo que se repartió en TOTAL entre todos los equipos del mundial femenil.
La brecha salarial es brutal. Mientras las hoy campeonas de balompié femenino, cuentan con un sueldo mínimo de 16,538 dólares al año, sus pares masculinos tienen casi cinco veces más, lo cual es paradójico al pensar que las primeras han llevado cuatro Copas del Mundo y cuatro medallas de oro de los Juegos Olímpicos a su país natal, mientras que los segundos no han llevado ni una copa y han ganado únicamente dos medallas olímpicas que además de ser de plata y bronce, las ganaron en 1904.
Pero las campeonas norteamericanas no dudaron en utilizar su triunfo como forma de protesta, y exigirle directamente al presidente Donald Trump, que tomara medidas al respecto. ¿Cómo reaccionó Trump? En un inicio respondió diciendo que “primero ganaran y luego hablaban” y cuando las norteamericanas tuvieron la copa en sus manos, respondió diciendo que “las felicitaba pero que antes de tomar cualquier decisión debía conocer los números”. Lamentablemente, hoy hablar de igualar salarios es más complejo de lo que parece, pues requiere hacerlo sobre lo que pide Trump: los números. ¿Cuánto dinero deja la liga femenil? ¿Es negocio invertir en ellas?
Y es aquí donde comienza un círculo vicioso en el que si no hay una voluntad y un compromiso de hacer crecer la Liga, los números siempre tenderán a ser menores; y si los números son menores, no habrá motivación para inyectar capital y lograr que sea un negocio redituable y una profesión digna para las mujeres. Además, esperar a que en términos de negocio la liga femenil iguale en un futuro inmediato los ingresos de la varonil, sería como esperar que un mexicano prefiera una pizza sobre un taco: prácticamente imposible; pues el futbol masculino es un negocio que se viene cosechando desde tiempos remotos.
Hoy el grito de guerra “Equal pay!” Que manifestaron las campeonas del mundo al celebrar su triunfo, ha resonado tanto, que el tema ya se encuentra en tribunales y su capitana Megan Rapinoe, ya es concebida como una símbolo para derrotar el patriarcado. De hecho, su causa ha conmovido a tanta gente y su popularidad ha llegado a tal nivel, que en un “ejercicio” hecho por la casa encuestadora, Public Policy Polling, Rapinoe le ganaría en intención de voto al actual mandatario.
No obstante, aún hay mucho por hacer. Estados Unidos es solo un ejemplo de lo complejo que puede resultar el mundo del deporte para las mujeres, por lo que los retos y las causas en esta línea, hoy. cobran más vida que nunca. Enfrentarlos no solo es tarea legislativa o comercial, también es mediática y social.
Queda esperar que de lograrse el objetivo de reducir (o eliminar) la brecha salarial en este rubro, las mujeres no intercambien la pasión por el dinero, como es frecuente hoy en canchas masculinas. Será su tarea recordar qué las llevó a luchar por estos derechos y seguir dejando el alma en cada juego.
Mientras tanto, aquellos que son amantes del futbol (y para variar, de la justicia) deben exigir que los medios dediquen más espacios a la liga femenil y a sus torneos. Aquellos que anhelamos vivir en un mundo más incluyente, debemos apostar por darle un giro a la historia y tener el criterio suficiente para saber que la técnica y la pasión por el fútbol no se define con un aparato reproductor, y que por tanto, tanto Messi como Rapinoe, pueden y deben ser igualmente reconocidos. Atrevámonos a exigir, a denunciar. Las niñas también merecen soñar en grande y jugar futbol sin que eso suponga tener una calidad de vida menor.