Por: Andrea Camarena.
Esto va dirigido a ti, el que dice que no es admisible el daño a monumentos y otros inmuebles. A ti, el que dice que no se opone a la causa que se persigue pero sí a la violencia con la que se lucha por ella. Esto va para ti, el que se molestó porque el bloqueo lo hizo llegar más tarde a su casa; y para ti, el que juzga a las mujeres por atacar el fuego con fuego.
Sí, A TI, te pregunto: ¿Es en serio?
¿Es en serio que cuestionas el “vandalismo” pero no cuestionas cómo es el día a día de las manos que lo hicieron? ¿Es en serio que juzgas la forma y no volteas a ver el fondo? ¿Es en serio que empujas la agenda mediática a un debate que ni siquiera debería existir, en vez de enfocarla a la causa que lo originó? ¿ES EN SERIO, MÉXICO?
Leer la polémica que se originó en redes a raíz de la manifestación #NoMeCuidanMeViolan del pasado viernes, me intranquilizó, me alarmó. Y es que creo que aquellos que se incomodaron por los daños materiales que dejó la marcha, son aquéllos que no saben que lo realmente incómodo, es pensar que tú cumples con el mismo requisito que convirtió en blanco a las más de 450 mujeres asesinadas este año. Y lo grave no es el hecho de que tú ni siquiera elegiste nacer así, lo grave es que hoy, sabiendo lo que implicaría, si te dieran la posibilidad, quizá tampoco lo elegirías.
No, esas personas que se ofendieron por el “vandalismo” no saben lo que implica despertar un día más en este país y saberte viva. Y por difícil que sea de creer, esa sensación no está solo en una clase social o en un grupo de edad. Ese alivio de haber regresado a tu casa completa, no es propio de un municipio o de una entidad, es producto del terror colectivo por saberte vulnerable en cada esquina, en cada taxi, en cada bar.
Qué fácil criticar a la gente que está siendo parte de una solución de la que tú no formas parte. Qué fácil señalar a quien busca darse a notar cuando tú sabes que tienes un escudo nato que te blinda de esta atrocidad. Porque si bien es cierto que existe una violencia generalizada en el país, también es cierto que existe una violencia desmesurada y focalizada en nosotras, las mujeres. ¿La razón? Ser nosotras, ser mujeres.
Mi abuelo decía ayer en la sobremesa, algo que jamás podré olvidar: “Es totalmente entendible que las mujeres hayan roto vidrios, rayado cosas y ensuciado calles. Lo están haciendo desde la furia, desde el hartazgo. Están manifestando el miedo que sienten al caminar y la frustración de saber que nadie las quiere escuchar”. Sí, mi abuelo de más de 90 años, no se escudó en un género o en una brecha generacional, entendió que si el día de mañana mi tía, mi mamá, mis hermanas o yo, llegáramos a faltar y el gobierno siguiera jugando a fingir que este campo de batalla sigue siendo normal, haría lo que fuera para encontrar la manera de hacer justicia por las que se fueron y dignidad para las que (aún) quedamos.
“¿Tiene que ser con violencia?” Dijo el presidente López Obrador esta mañana en su conferencia. ¿Ha dejado otra alternativa? Le pregunto yo después de ver las cifras. Hoy, lamentablemente, tengo más coraje que esperanza. Y por supuesto, tengo más preguntas que respuestas. ¿Cuándo entenderemos que los vidrios rotos se reponen, pero las vidas no? ¿Hasta cuándo tendremos claro que los rayones se quitan pero el dolor de perder a alguien a manos del odio, no? ¿Cuándo México? ¿Cuándo seremos conscientes de que la diamantina en el piso se olvida pero una violación se queda en la memoria de la víctima para siempre?
No se trata de que la violencia sea la única o la mejor salida, se trata de que hoy, ante un sistema político en el que imperan las instituciones débiles y la casi nula presencia de un Estado de Derecho, el diálogo se ha quedado corto. Y en ese sentido, no se trata de cuestionar a las mujeres, se trata de cuestionar la deficiencia del sistema que las ha obligado a salir a marchar. ¿Qué está mal con el país para que la única manera en la que las vidas perdidas sean tomadas en cuenta, y las vidas que quedan, protegidas, sea exigiéndolo de esa manera?
Debo confesar que aunque crecí teniendo la ilusión de ser madre algún día, esa ilusión se desvanece con cada mini infarto que me genera sentir a un hombre caminando detrás. Esa ilusión se evapora con cada encabezado que señala que en efecto, hubo una más. Yo no quiero tener una hija que sea prisionera en su propio país y en su propia ciudad. Sin embargo, pensar así es darles la victoria a quienes se han esmerado en enterrarnos, pues no se trata de que nazcan menos mujeres sino de que dejen de matar a más. Y es ahí cuando me queda claro que esta lucha nos corresponde a todos como sociedad, porque no es normal que alguien se cuestione esta decisión basada en un contexto lleno de vulnerabilidad.
Por eso, es importante que tengamos cuidado en no perder el foco de la causa y evitemos enrolarnos en discusiones banales que solo nos polarizan en momentos en que todos, por el simple hecho de ser mexicanos y de ser HUMANOS, deberíamos estar igualmente indignados y encauzados en este movimiento, en esta lucha. En ese sentido, debemos trabajar como sociedad para dejar de ver todo en blanco y negro y aprender a vislumbrar los grises. Es decir, no todo lo que las mujeres hagan en defensa de esta causa está bien, así como no todos los hombres del planeta son enemigos. No nos perdamos en extremos, aferrémonos a la causa que está en medio de éstos. Atrevámonos a exigir a las autoridades pero también a exigir a los que nos rodean y a exigirnos a nosotros mismos. México no es solo un gobierno, México es un Estado. O trabajamos juntos para levantarnos o nos condenamos a seguir cayendo.
Está en ti, padre y madre, inculcarle a tus hijos el respeto y la dignificación de una mujer. Está en ti, docente, ser parte de una formación integral que garantice la tolerancia y la equidad. Está en ti amigo, no fomentar prácticas que denigren o propaguen la cosificación de la mujer. Está en ti, gobierno, comenzar a TRABAJAR para no dejar impune la muerte de todas las mujeres que han sido víctimas de este delito y garantizar que ninguna de las que quedamos, corramos el riesgo de serlo.
Y sí, también está en nosotras, las mujeres. Pero no está en nosotras dejar de usar minifalda o dejar de asistir a fiestas. Está en nosotras no dejarnos, no callarnos, no comprarnos los discursos que nos culpan por propiciar estos delitos, porque que quede claro y que se escuche alto: nosotras no somos culpables de que nos acosen, de que nos violen y mucho menos de que nos maten. NUNCA lo seremos.
Lamentablemente este no es un cuento, es una realidad. Una realidad que habla y que grita tan fuerte, que ni con tapones podrás ignorar. Este es un relato que debes entender, para poder hacerlo tuyo y luego entonces, EXIGIR que no haya ni una gota de sangre más. Esta es una historia que busca hacer Historia y que te concierne porque sin importar si eres hombre o mujer, hoy tu hermana, tu amiga, tu esposa, tu novia, tu mamá, tu colega o tu vecina, corren peligro por haber nacido siendo mujeres en México. Porque aunque no te lo digan, viven aterradas, y vivir con miedo no es vivir, es simplemente existir. ¿Y te digo algo? Si sigues juzgando que rayen paredes y rompan vidrios, estarás frenando esta lucha y entonces, quizá mañana no existan daños a monumentos, pero quizá tampoco exista tu hermana, tu amiga, tu esposa, tu novia, tu mamá, tu colega o tu vecina.
¿Te ofende leer esto? Mejor ponte en los zapatos de quienes viven con miedo permanente y se ven obligadas a salir a protestar, a rayar paredes y romper vidrios como último recurso por no ser escuchadas ni por las autoridades, ni por ti. Y entonces, te propongo que seas empático y solidario con ellas, porque a fin de cuentas, que México no sea un cementerio de mujeres, no debería ser solo su causa, debería ser NUESTRA, ¿no crees?.
SOBRE LA AUTORA:
ANDREA CAMARENA
Creativa y Analista Jr en Politiks360º
Comunicóloga y analista, apasionada por (cambiar) la política. Desarrolla productos de análisis que profundizan en el ánimo social y político. También crea y desarrolla contenidos escritos y audiovisuales.
*Fotografía de portada vía CDMX.com y El Comercio.