ESTE 19 DE SEPTIEMBRE, QUE VIVA MÉXICO

Por: Héctor Hernández

Pues bien, digamos que este texto te encuentra crudo o cruda, después de una noche de alegría, de gritos de ¡Viva México! y, por supuesto, de harto tequila.  Te la pasaste bomba anoche, 15 de septiembre, ¿cierto?; te uniste a tu grupo de amigos o familia y, si saliste a celebrar a algún zócalo, te habrás juntado con desconocidos con quienes te unió, al menos por esa noche, la intención de gritar a los cuatro vientos tu amor por México. Sin embargo, después del desvelón, de tres platos de pozole, de innumerables tostadas y 25 tequilas, estás out. No es el mejor momento para reflexionar sobre la nacionalidad, ¿verdad?; en estas condiciones críticas, ¿quién quiere pensar? Lo que aplica es un clamato o un suerito.

Y sin embargo, el sentimiento que anoche experimentaste es importante. Por eso, no debemos desaprovechar que ese sentir patrio aún te inunda y reflexionar un poco en él, porque es una emoción que, conforme avance el tiempo, estará más presente en tu entorno y en los medios. En efecto, a pesar de los buenos deseos de las Naciones Unidas, de los discursos de armonía global y de la necesidad urgente de afrontar las problemáticas mundiales como una sola humanidad, el nacionalismo, o los nacionalismos, se reafirman cada vez más. Antes de llegar al día de vivir en una comunidad global, enfrentaremos la división nacional exacerbada.

“El nacionalismo es una enfermedad”, escribió el filósofo hindú J. Krishnamurti en La Educación y el Significado de la Vida. El nacionalismo divide, separa, se basa en el propio engrandecimiento de quienes sufren este mal, en el ego. El nacionalismo asume una superioridad real, moral o ideológica, lo que automáticamente provoca una disminución del otro, una oposición violenta y, en sus peores casos, la guerra y la destrucción del diferente. Alentados por la propaganda, el nacionalismo y su derivado, el patriotismo, son vehículos de control. Los gobiernos y los líderes lo saben. No hay mejor manera de lograr la unión al interior de una nación que encontrar un enemigo externo y estimular, mediante el discurso manipulador, la cohesión social en torno a la defensa de unos valores, un territorio o una autoproclamada misión nacional. Apelar a la nación es el recurso principal de Trump, Bolsonaro, Urban, Salvini, Johnson y muchos ególatras más.

Sin embargo, el nacionalismo tiene otra cara y, en la dosis adecuada, es una enfermedad benigna, un elixir que estimula el acuerdo, un vehículo de encuentro, de unión, de creación de un espacio común. Es el respeto hacia la tierra donde se nació, es ser agradecido con lo recibido, es valorar lo que nuestra cultura aporta al concierto global. Es sentirse orgulloso de lo propio sin demeritar lo ajeno. Un gran ejemplo de ese amor a México lo encuentro en la respuesta ciudadana al temblor del 19 de septiembre de 2017, cuando miles de personas acudimos espontáneamente a ayudar en lo que podíamos para aliviar el dolor de otros mexicanos; cargando piedras, acercando alimentos, medicamentos o insumos de trabajo. Esa noche, y los días subsecuentes a la tragedia, sentimos que México vivía, dimos vida a México.

Este jueves 19 de septiembre, tenemos una oportunidad de vivir de nuevo ese sentimiento nacional. Acudamos a los lugares donde se conmemorarán los dos años del temblor y, si no nos es posible, al menos hagamos una pausa en la rutina, alrededor de las 13:14 horas y recordemos las manos levantadas pidiendo silencio en los escombros del temblor. Conectémonos con ese lado del nacionalismo que tanto nos conviene. Me refiero no al sentimiento de superioridad y separación, no al ¡viva México, cabrones!, no a la manipulación oficial de los símbolos, sino al profundo sentimiento de solidaridad con nuestros semejantes. ¡Que viva ESE México!

 

SOBRE EL AUTOR:

HÉCTOR HERNÁNDEZ 

Líder Creativo Senior en Politiks360º

El creativo mas intelectual de la comunicación política. En eterna búsqueda del equilibrio imposible entre ciencia política y arte. Creador audiovisual y escritor de narrativas persuasivas que aspiran a provocar una reacción afectiva en el ciudadano.

 @DirHectorH