#PlumaInvitada: Jacques Coste Cacho.
Tras la renuncia de Eduardo Medina Mora, quedó un asiento disponible en la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), el cual ocupará el candidato que elija López Obrador. Esta designación se sumará a las de Juan Luis González Alcántara Carrancá y Yasmín Esquivel Mossa, quienes también ingresaron a la Corte impulsados por AMLO. Así, durante su corta presidencia, López Obrador habrá designado a tres de los once ministros que integran el máximo tribunal.
Hay muchas sospechas respecto a la renuncia de Medina Mora. Se sabe que la investigación en su contra por irregularidades financieras motivó su salida, pero también se especula sobre un posible telefonazo desde Palacio Nacional: “O renuncias, o llevo esta investigación hasta las últimas consecuencias”.
En este escenario, el ministro presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), Arturo Zaldívar Lelo de Larrea, dio una entrevista para el programa de John Ackerman y Sabina Berman en Canal Once, en la cual expresó algunas declaraciones que causaron revuelo en los medios de comunicación e inquietaron a más de un analista.
Primero, Zaldívar manifestó que, a diferencia de lo que ocurría en sexenios anteriores, en este gobierno no hay presiones políticas del Ejecutivo hacia el Poder Judicial, pues Andrés Manuel López Obrador es respetuoso de la autonomía de los tribunales.
Después, cuando Ackerman y Berman le preguntaron que si él había experimentado la injerencia de algún presidente de la República en los asuntos judiciales, el ministro contestó que sí, de parte de Felipe Calderón.
En ese sentido, la entrevista causó especial preocupación por el ambiente político de especulación e incertidumbre en torno a la Suprema Corte. Por un lado, debido a las condiciones de la dimisión de Medina Mora, la prensa cuestiona la autonomía del Poder Judicial. Por el otro, los medios se preguntan si el nombramiento de un tercer ministro por parte de AMLO no mermará la eficiencia del máximo tribunal como garante del orden constitucional y como eventual contrapeso a la voluntad presidencial.
Pero la entrevista también fue controversial por otro motivo: devolvió a la mesa de debate un tema que se discutió ampliamente cuando Arturo Zaldívar fue elegido ministro presidente de la SCJN en enero de 2019. A lo largo de su trayectoria como jurista, Zaldívar ha exhibido posiciones progresistas en temas como los derechos humanos, el aborto, la despenalización de la marihuana y la equidad de género, por lo que la discusión giraba en torno a si su presidencia le daría a la Suprema Corte un tinte lopezobradorista.
Es decir, se debatía si Zaldívar era un ministro progresista, en el sentido de que defendía posiciones de avanzada en temas como los derechos reproductivos o el matrimonio igualitario, o un ministro lopezobradorista, en cuanto a que su agenda coincidía con la de López Obrador en muchos temas.
Éstas eran las preguntas rectoras de la discusión: ¿Zaldívar mantendría la autonomía que siempre lo ha caracterizado —pese a ser elegido por Calderón, votó a favor de diversas resoluciones contrarias a ese presidente, como en el famoso caso Florence Cassez— y seguiría sosteniendo su progresismo jurídico, pero diferenciándolo del proyecto político de AMLO? O, más bien, ¿La agenda política de López Obrador y la agenda jurídica de Zaldívar quedarían entrelazadas en detrimento de la autonomía de la Corte?
En general, la posición que predominó en este debate fue la de darle el beneficio de la duda a Arturo Zaldívar por haber probado y comprobado su profesionalismo, su capacidad jurídica y su independencia de juicio durante su estancia en la SCJN (desde 2009).
No obstante, su intervención en el programa de Ackerman y Berman careció de sensibilidad política para interpretar que no era un buen momento para decir lo que dijo. Además, sus palabras estuvieron fuera de lugar, sobre todo, por estar claramente en línea con el discurso que López Obrador enarbola diariamente en las conferencias mañaneras: “Nosotros no somos como los de antes. Ahora, ya se respeta la división de poderes”.
Personalmente, no dudo de la capacidad y de la independencia del ministro Zaldívar. Además, pienso que, si tiene que resolver algún asunto en el que la interpretación constitucional y la lógica jurídica estén de un lado, y sus convicciones políticas estén en el otro, elegirá con la cabeza y no con el corazón.
Sin embargo, la escrupulosa mirada pública está sobre sus hombros y no se la quitará de encima fácilmente. Su gestión al frente de la Corte se encargará de despejar las dudas, pero también ayudaría que fuera más prudente en sus intervenciones públicas y que se distanciara del discurso presidencial.
Si no toma una sana distancia de la retórica oficial, entonces se le recordará como un ministro lopezobradorista y no como un jurista progresista.
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SOBRE EL AUTOR:
JACQUES COSTE CACHO
Licenciado en Relaciones Internacionales por la Universidad Anáhuac y estudiante de maestría en Historia Moderna y Contemporánea en el Instituto Mora. Cuenta con experiencia en la administración pública en organismos como la Secretaría de Relaciones Exteriores, en donde fungió como asesor para Asia-Pacífico y África, y en el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social. También ha colaborado en distintos proyectos de investigación con instituciones académicas y organizaciones no gubernamentales.