Por: Sergio Torres Ávila.
Un cuarto de siglo después de la muerte de Luis Donaldo Colosio, México sigue urgido de que las causas por las que abogó sean consumadas. Cuatro periodos presidenciales pasaron y la solución a la pobreza, la exclusión y la injusticia aún es tarea pendiente del Estado mexicano.
Monumento a la Revolución, Distrito Federal. Seis de marzo de 1994. Colosio, candidato presidencial del PRI, proclama ante la multitud que se deben reconocer los logros alcanzados pero también los problemas pendientes: falta de democracia, injusticia social, pobreza, desigualdad… Aboga por la recuperación del papel del Estado como principal agente de la transformación social. Esta postura ideológica es reacción a doce años de políticas neoliberales impuestas con eficiencia “salvaje”, como denuncian los opositores. Arrinconados por la crisis económica, presionados por el stablishment financiero internacional, y también por convicción ideológica, los gobiernos de De la Madrid y Salinas de Gortari se concentran en la transformación del modelo económico. ¿El resultado? privatización de recursos públicos, adelgazamiento del Estado, desregulación financiera, laboral y mucho más, sin que estos radicales cambios se reflejen del todo en el mejoramiento de la calidad de vida de la mayoría de la gente. Los beneficios se concentran en las élites que logran adaptarse al nuevo modelo.
Aquel domingo de marzo, Colosio, de orientación socialdemócrata y progresista, sintetiza el problema: “… la modernización económica sólo cobra verdadero sentido cuando se traduce en mayor bienestar para las familias mexicanas, y (…) para que sea perdurable, debe acompañarse con el fortalecimiento de nuestra democracia…” Esta responsabilidad, es “de la mayor importancia para el avance político de México”.
No sabemos si Colosio, ya como presidente, hubiera materializado sus ideales. Lo que es un hecho, es que su asesinato frenó a las fuerzas progresistas dentro y fuera del PRI. El pacto de intereses mutuos entre élites económicas y políticas se consolidó. La cerrazón política retrasó el avance democrático. Bajo ese modelo, cuatro presidentes pasaron y ninguno pudo erradicar la pobreza, la injusticia y la desigualdad. Hoy a ese estancamiento se ha sumado la inseguridad y la violencia, generando un coctel molotov que mantiene zonas enteras del país en la anarquía.
Ese fracaso político es la razón del triunfo de López Obrador. Su elección no se explicaría si las causas que abandera (que recuerdan las de Colosio: justicia social, libertad democrática y redistribución de la riqueza), estuviesen satisfechas. La gran paradoja es que aún con tropiezos, ha existido desarrollo político en México. No se explicaría la victoria de López Obrador sin un sistema electoral relativamente confiable. Desgraciadamente, con la falta de resultados palpables en la calidad de vida de la gente, aquellas banderas siguen redituando votos.
Veinticinco años después, el “hambre y sed de justicia” del pueblo mexicano, como declamó Colosio aquel seis de marzo, siguen insatisfechas. El sistema político, de todos los colores, le ha fallado al pueblo mexicano. Un nuevo gobierno, de otro color, tiene la oportunidad de consumar lo que Colosio soñó.
SOBRE EL AUTOR:
SERGIO TORRES ÁVILA
Fundador y Estratega Líder de Politiks360º
Sergio Torres Ávila es un estratega mexicano. Es la referencia de la consultoría política de su generación. Ha desarrollado una metodología de planeación estratégica propia, misma que ha logrado triunfos en numerosos proyectos. Su trayectoria incluye campañas presidenciales, legislativas, gubernaturas, alcaldías y gobiernos en México, Latinoamérica y España.
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