Por: Héctor Hernández.
Este es nuestro tercer y último artículo sobre la película Roma en el blog de Politiks360º. Como los anteriores, habla de cinematografía pero también de política, como no podría ser de otro modo en un medio que aspira a ver, de manera diferente, el lado político de las cosas, llámense arte, gastronomía, deporte o algo más.
La entrega 61 de los premios Ariel representó un cierre de ciclo para un film que ya pasó a la historia del cine nacional e internacional por su calidad, su repercusión mediática y, por supuesto, por los reconocimientos obtenidos: premios Oscar, BAFTA, del Director’s Guild of America, Goya, Independent Spirit Awards o de las asociaciones de críticos internacionales. Roma ha obtenido en total 203 premios y 197 nominaciones ( https://imdb.to/2XgwgWd ). Todo un récord. La cereza en el pastel en esta larga cadena de éxitos fue la entrega de los premios Ariel, el Oscar mexicano, el pasado lunes 24 de junio en la Cineteca Nacional. Roma fue la gran ganadora de la noche con diez premios de quince nominaciones, superando a Las Niñas Bien, otra buena película, que se llevó 4 estatuillas.
Se dice que un cineasta es tan bueno como su última película. No le basta haber realizado grandes obras para tener continuidad de trabajo. Será la más reciente la que le abrirá o cerrará las puertas de la industria para seguir produciendo. Hoy el futuro pinta esplendoroso para Cuarón. Podrá hacer lo que se le antoje. Felicidades, se lo merece. Sin embargo, el futuro pinta distinto para el cine mexicano. Este es el lado político de la cuestión.
La fiesta cinematográfica de los premios Ariel fue una noche de glamour y pretensiones; de celebración, de emociones, pero también de quejas y llanto, de manifiestos políticos y discursos críticos hacia las instituciones gubernamentales que no apoyan lo suficiente a la comunidad artística o hacia los poderes económicos del negocio puro y duro, que impiden que el cine mexicano llegue a su público. En fin, una noche de risas y llantos.
Este evento siempre es un buen símbolo del estado de la industria mexicana, misma que sigue debatiéndose entre el cine como arte y el cine como negocio. Entre la gloria y el infierno. La gloria del buen nivel artístico alcanzado, con una obra del calibre de Roma como bandera, así como de su capacidad de producción (186 películas en 2018, todo un récord histórico); y el infierno de los problemas históricos de precariedad económica y pérdida de público que arrastra hace más de 30 años. Es un ciclo que parece interminable. Hay compromiso, hay pasión y hay manufactura. Falta acceso al mercado y, en todo caso, capacidad de negociación ante un sistema industrial cerrado, al que no resulta redituable el cine mexicano hoy.
El director Arturo Ripstein, así como el cineasta Ernesto Contreras, presidente de la Academia Mexicana de Ciencias y Artes Cinematográficas, durante la ceremonia, defendieron el arte del cine como algo necesario para una sociedad, algo cuya validez no debe medirse con base a los boletos vendidos en taquilla, sino a su valor como producto cultural, como reflejo de identidad, como algo que ayuda a preservar la memoria de un país. La paradoja hoy del cine mexicano es que, en el momento en que una de sus obras tiene logros extraordinarios y se producen más películas que nunca, los cineastas locales, aquellos que no han logrado la proyección internacional de Cuarón, Iñárritu o Del Toro, resisten en la precariedad económica y la marginación cultural.
Ojalá que, gracias a la proyección internacional que ha logrado Roma, su cierre de ciclo represente la apertura de uno nuevo para el cine mexicano. Un ciclo donde el logro artístico tenga repercusiones económicas positivas para los artistas y técnicos que diariamente dan su tiempo y su vida por amor al arte cinematográfico. El ciclo de una industria sana, donde exista un equilibrio entre el arte y el negocio. Una quimera quizá. El sueño de toda la vida. Sin embargo, en estos tiempos de cambio, de reestructuración, de crisis institucional, de colapso, de derrumbe de ídolos, esa utopía podría ser más posible que antes. No porque podamos esperar algo del nuevo gobierno, todo lo contrario, la ilusión de que un gobierno “progresista” otorgara mayores beneficios al arte y a la cultura ha quedado sepultada. La expulsión de la ceremonia del Ariel del Palacio de Bellas Artes para abrirlo al homenaje al “apóstol” de la luz del mundo es el mejor ejemplo de ello.
Más bien nos referimos a la reconstrucción industrial de los factores de la producción y distribución internacional. En los resquicios del colapso del viejo modelo de entretenimiento y cultura, en la diversificación y abaratamiento de los medios de producción, en la transformación cultural de la humanidad, pueden surgir nuevas oportunidades para el cine mexicano. Ya se verá, o mejor dicho, y como dijera un viejo colega cineasta: “lo veremos en pantalla”.
SOBRE EL AUTOR:
HÉCTOR HERNÁNDEZ
Líder Creativo Senior en Politiks360º
El creativo mas intelectual de la comunicación política. En eterna búsqueda del equilibrio imposible entre ciencia política y arte. Creador audiovisual y escritor de narrativas persuasivas que aspiran a provocar una reacción afectiva en el ciudadano.