El diccionario Merriam – Webster define a la palabra endorsement como una declaración pública u oficial de apoyo o aprobación, y también como un acto remunerado para declarar públicamente el gusto o el uso de un producto o servicio. Una tercera acepción de la palabra nos da una medida del peso que se le da a este vocablo en lengua anglosajona, al ser también el endorsement el acto resultante de firmar el reverso de un cheque, confirmando así la valía del documento.
Es curioso que en español, una de las connotaciones de la palabra endoso (una traducción quizá demasiado literal de endorsement), sea más bien desagradable, al representar, según el diccionario de laReal Academia, el acto de “trasladar a alguien una carga, trabajo o cosa no apetecible”.
Y al igual que en los diccionarios, las cosas funcionan muy diferente en el sistema político estadounidense y mexicano. Entre nosotros, el apoyo público a un candidato es una suerte de tabú, con prohibiciones legales de todo tipo, a veces al grado del absurdo, que impiden expresar el apoyo político durante las campañas, pero también por una especie de cultura de la ocultación, en la que es hasta vergonzoso expresar públicamente los apoyos que sí se dan en privado, como si la política fuese aquella “cosa no apetecible” del diccionario.
Muy distinto es lo que hemos presenciado en las dos últimas semanas en Estados Unidos, en que atestiguamos el ejemplo supremo del uso del endorsement, con el apoyo público a los candidatos de las convenciones nacionales republicana y demócrata. Un verdadero aprovechamiento político de esta herramienta de persuasión y comunicación política.
Recordemos que las convenciones son el evento climático de las elecciones primarias, donde se nomina a uno de sus participantes como candidato presidencial. Al presenciarlas, descubrimos que una de las democracias más consolidadas, y seguramente la más mediática del mundo, tiene al endorsement como un arma fundamental de estrategia en la que los participantes son cuidadosamente seleccionados para representar a los segmentos poblacionales -target- de cada partido.
Ambas convenciones, con formatos muy parecidos, son extensas pasarelas de personajes políticos, artistas, líderes sociales, ciudadanos desconocidos, héroes anónimos, policías, familiares, primeras damas y hasta presidentes en funciones que desfilan ante miles de simpatizantes que abarrotan las arenas, y también ante las cámaras del país y del mundo. En la convención demócrata hemos visto desfilar estos días, por ejemplo, al Presidente Obama, a su esposa Michelle, a la actriz Meryl Streep y por supuesto al expresidente Bill Clinton, entre muchos otros. Todos ellos se presentan ante el público para argumentar, con hechos o cifras, pero sobre todo para emocionar con buenas historias del candidato en cuestión, o como sus acciones políticas, son reflejo de los valores y atributos que necesita tener el futuro líder político de la nación americana.
El casting de oradores de cada convención refleja la coyuntura política del momento, haciendo énfasis en los sectores de votantes que más le interesa reforzar a cada partido, dejando ver que tales perfiles apoyan mayoritariamente su opción electoral. Así, según sea el caso, desfilaron latinos, afroamericanos, asiáticos, mujeres líderes, representantes de la comunidad gay, sobrevivientes de catástrofes, enfermos o beneficiarios de las políticas públicas del candidato que aspira a la nominación.
En resumen, las convenciones no son otra cosa que grandes eventos de endorsement focalizado al target que, a través de la fuerza de su mensaje emocional y su difusión masiva, buscará traducirse en votos en la elección presidencial de noviembre próximo. El endorsement es así el arma más poderosa para establecer alianzas simbólicas con el electorado, pero también para atraer la simpatía, y por supuesto los votos, de los ciudadanos indecisos. Los estrategas estadounidenses lo saben perfectamente y planean con tiempo el ritual de las convenciones.
Por nuestra parte, ¿cuándo llegará el día en que nos permitamos en México ser más liberales para expresar públicamente nuestras opiniones políticas de apoyo a un candidato, de respaldo a una idea o un proyecto? Creo que a todos nos beneficiaría ser más explícitos con nuestras filias y fobias, y esto incluye a los medios de comunicación, por ejemplo, como se da también en Estados Unidos. Porque finalmente, hacer un endorsement a un político no debiera ser como endosar un cheque en blanco ¿o sí?
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