SERGIO TORRES ÁVILA
Estratega en comunicación política y fundador de Politiks360
En Twitter: @sergiotorresa
“It´s the economy, stupid”, es una frase ya célebre en el mundo de la consultoría política para referirse a cómo, en el fondo, es la situación del bolsillo del votante la que determina su opinión sobre el papel de un gobierno en funciones, así como su decisión de votar en la elección siguiente por un candidato afín u opositor a esa administración. Hay algo de razón en ésta aseveración.
Sin embargo, existen otros motores que juegan de manera importante en la toma de decisiones del ciudadano. Veamos cuáles son esos motores de decisión locales en cada una de las entidades que tiene elección para gobernador este año en México: Nayarit, Coahuila y Estado de México.
La frase referida fue acuñada en la campaña electoral de 1992 en Estados Unidos por James Carville, estratega electoral de Bill Clinton en aquella ocasión y uno de los gurúes de la estrategia política. Clinton competía con George Bush padre, quien tenía una amplia aceptación entre la ciudadanía, especialmente por el triunfo estadounidense en la reciente Guerra del Golfo. Bush se percibía como imbatible. Sin embargo, fue el acento puesto en la vida cotidiana del individuo y sus necesidades más urgentes, en la economía del metro cuadrado de su hogar, lo que sumó atractivo a la propuesta de Clinton, quien a la postre terminó derrotando de manera impensable a Bush.
Trasladando el ejemplo a México, podríamos afirmar que en las próximas elecciones en tres estados de la República, en junio próximo, será la economía un referente de cómo votarán los ciudadanos. El gasolinazo, la devaluación del peso frente al dólar y la creación o no de empleos en cada entidad, serán temas que influirán en las preferencias de los electores. Son asuntos de interés nacional que seguramente estarán en la mente del votante al momento de tomar un decisión.
Comenzada la campaña. Dos de los principales candidatos han hecho de la inseguridad el tema principal de sus spots. Josefina Vásquez Mota, del PAN y Alfredo de Mazo, del PRI, prometen, ahora sí, acabar con ella. Mientras tanto, Delfina Gómez, de Morena, ofrece esperanza, siendo ella, entendemos, la esperanza que el Estado de México necesitaría. Por su parte, Juan Zepeda, del PRD, aprovecha sus 30 segundos para presentar rápidamente sus atributos, su historia personal y sus capacidades. Entre ellas, también afirma que en el municipio del que fue alcalde, Ciudad Nezahualcóyotl, abatió la inseguridad. Todos con su estrategia en particular.
Asumiendo que todos los partidos estudiaron a fondo las variables del humor social mexiquense, entendemos que es la necesidad de paz el principal reclamo de la ciudadanía. Y será el motor que haga decidir a la gente sobre quién creen que es más capaz de lograrla. Ahora bien. Como cada seis años, en el Estado de México se juega mucho más que una elección.
Ahora bien. es justamente esta forma de hacer política la que ya no sintoniza del todo con la nueva realidad de los mexicanos, particularmente de los votantes más jóvenes. La campaña a la antigua, con grandes mítines, grandes discursos, reparto de utilitarios y camisetas es cosa del pasado, y sin embargo, se sigue repitiendo campaña tras campaña. Los partidos lo saben, pero su rigidez les impide reinventarse a plenitud. Y cuando lo hacen, es de manera desafortunada, recordemos el Snapchat de Enrique Ochoa, presidente del PRI, invitando a los milennials a “darle like a la democracia”.
En éste contexto, un motor fundamental de la elección en el Estado de México, además de la economía y la inseguridad, será la continuidad del PRI en el poder. Es decir, la permanencia o transformación de un modelo, de una cultura política que se encamina al siglo de antigüedad. El eje cambio–continuidad, el hartazgo o satisfacción con el actual gobierno, completamente asociado al partido tricolor, serán definitorios de la elección. Estos ofrecen mantener lo bueno y mejorar lo malo. Los opositores dicen que todo es malo y exigen un cambio.
¿Están los mexiquenses preparados para el mismo? Es un asunto difícil de saber, principalmente porque, como ocurrió en 2016 en las entidades que tuvieron alternancia por primera vez, la gente que ya ha decidido dar un voto de castigo al PRI, difícilmente expresará su verdadera opinión ante los encuestadores. Hay un voto de castigo oculto del que no sabemos la dimensión real.
En el estado del norte, el tema del cambio–continuidad está presente también. El PRI lleva 84 años en el poder, los últimos doce a cargo de la dinastía de los hermanos Moreira. El discurso del cambio es el mensaje principal en los spots de Guillermo Anaya, del PAN, el principal opositor al candidato oficial, Miguel Riquelme, quien ofrece llevar al estado la seguridad que, según su discurso, logró recuperar en Torreón, ciudad de la que es Alcalde con licencia. Entre estos dos candidatos están divididas las dos terceras partes de la intención del voto, por lo que es presumible que es entre ellos la batalla final.
Pero además, en el ánimo de los coahuilenses hay otro tema lacerante: la corrupción. Además de la economía y la inseguridad, este será un motor fundamental que ocupará la agenda pública y la decisión de los votantes. Desde los escándalos de la megadeuda de Humberto Moreira, no reconocida y ocultada prácticamente hasta el último día de su administración, hasta las empresas fantasma, a las que presuntamente el gobierno de Rubén Moreira pagó 500 millones de pesos (compañías con domicilios en bodegas o casas inhabitadas que facturaron asesorías, productos y servicios que no se proporcionaron), la corrupción y la impunidad será castigada o perdonada por los votantes coahuilenses el 4 de junio.
Quizá la reciente revelación de que esos desvíos de fondos han provocado la quiebra del sistema de salud estatal, carente de medicamentos, equipamiento, instalaciones y personal suficiente, sea el factor que haga decidir a los coahuilenses que las cosas necesitan, efectivamente, cambiar.
Un repaso a los spots de los principales candidatos, Toño Echevarría de la coalición PAN, PRD, PT y Manuel Cota, del PRI, es un gran ejemplo de cómo la realidad siempre va adelante los discursos políticos. En todos aquellos, se presenta la imagen de un estado en paz, que sólo requiere un nuevo empuje productivo para “florecer”, en voz de Echevarría, o dar resultados, como ofrece Cota. Se habla de valores, de trabajo en equipo, honestidad, etcétera. Pareciera que en Nayarit no pasa nada.
En ninguno de los spots se toca el tema de la inseguridad. Tras la escalofriante balacera en Tepic, capital del estado, entre un helicóptero de la Marina y los sicarios del narcotraficante H2, y el arresto repentino en Estados Unidos del exfiscal estatal, Édgar Veytia, hoy encarcelado en Nueva York por tráfico de drogas. La violencia y la narcopolítica se han convertido en asunto central de la agenda pública nayarita. Pareciera que la paz aparente que se vivió en los últimos años, era una paz narca, producto de presuntos acuerdos para dejar operar a un grupo delicitivo, a cambio de mantener la tranquilidad en el estado.
Sin duda, la inseguridad será uno de los motores que influirán en la decisión de los ciudadanos. ¿Apostar por gobierno de color distinto sin componendas con los actuales jefes de la plaza?, o ¿mantener el actual arreglo de poder en aras de preservar la aparente tranquilidad alcanzada hasta antes de febrero pasado?
Parafraseando nuestra sentencia inicial, podemos concluir que en las elecciones a gobernador, en México ya no es sólo la economía, sino la corrupción, la inseguridad, la violencia y hasta el crimen organizado son los motores de decisión que influirán en los votantes sobre quién les gobernará los próximos seis años. ¿Cual será el motor definitivo en estas entidades? El próximo 4 de junio lo sabremos.
Artículo publicado en Mundo Ejecutivo.