Por: Héctor Hernández
En el complicado panorama social, político y económico mexicano, necesitamos razones para celebrar. Sea una fiesta propia o la del vecino, como la de este sábado 20 de julio, en la que se conmemoraron 50 años del alunizaje de la misión Apollo 11 en 1969. Los tímidos pasos de dos astronautas estadounidenses en una superficie desolada, a más de 384 mil kilómetros de distancia (nunca un ser humano había llegado tan lejos), simbolizaron el triunfo de una nación que demostraba su supremacía mundial, pero también los alcances de la inventiva y la perseverancia del ser humano en general cuando se plantea un objetivo ambicioso, un reto mayor.
Situémonos en 1969 y veamos la grandiosidad de un emprendimiento con una VISIÓN: algo que sonaba a ciencia ficción era posible; y en la escala de una MISIÓN emprendida con determinación, alineando recursos multimillonarios y el trabajo de cientos, sí, cientos de miles de personas para lograrlo, así como en los VALORES que mantuvieron la larga tarea en marcha: el trabajo en equipo, la disciplina y la perseverancia. Fue toda una empresa en el sentido completo del diccionario: una “acción o tarea que entraña dificultad y cuya ejecución requiere decisión y esfuerzo”.
Claro, había con qué intentarlo. Para los años 60’s, Estados Unidos era un país con abundancia material e intelectual que gozaba de su triunfo en la Segunda Guerra Mundial, que imponía las reglas del juego financiero global (con Bretton Woods), y que exportaba su modelo político (la democracia liberal) y su hegemonía cultural (música, medios de comunicación y forma de vida) al globo entero. Riqueza sobre riqueza. Los 24 mil millones de dólares que costó la misión a lo largo de ocho años (que ascenderían hoy a cientos de miles de millones), representaron la inversión más grande jamás aplicada a un proyecto nacional en tiempos de paz. Obviamente, la realidad no es blanco y negro. Este luminoso hecho se logró mientras Estados Unidos invadía naciones o comenzaba la transición del viejo colonialismo militar al nuevo orden económico neoliberal. Para muchos, la enorme cantidad de dinero utilizada en esta aventura podría haber ayudado, por ejemplo, a paliar la hambruna que padecían entonces millones de africanos. Sin embargo, creo que es justa la celebración, porque entre otros buenos resultados, el mismo celular o la computadora en que usted se encuentra leyendo esto son herederos de la tecnología que se desarrolló gracias a esta y otras misiones espaciales.
La mejor manera de conmemorar la fecha, es asistiendo a las salas de cine y presenciar, en pantalla bien grande, el sentimiento de logro, de alcance global de este emprendimiento en la espectacular película Apollo 11 de Todd Douglas Miller, producida Statement Pictures y CNN Films. Le recomiendo que no se la pierda. Es un emocionante relato de los días culminantes de esa aventura. Nos narra los preparativos del lanzamiento, el viaje con todas sus etapas, el alunizaje y el emocionante regreso a la tierra, culminando con los pletóricos desfiles de homenaje a los nuevos héroes nacionales. Somos testigos de la grandeza del objetivo, la absoluta fe en lograrlo y la increíble organización técnica, empresarial y gerencial que permitieron que cientos de procesos, sistemas, grupos de trabajo y cronogramas de acción se llevaran a cabo con precisión milimétrica. Todo nos es presentado con un uso maestro de material inédito de stock (mucho de él en un espectacular 70 milímetros restaurado), así como de una edición extraordinaria (que evita deliberadamente las entrevistas a cuadro o cualquier recurso de documental barato. Es un poema visual con una música extraordinaria, compuesta por Matt Morton exclusivamente con equipo electrónico existente en 1969. Una joya cinematográfica.
El sentimiento colectivo principal que despertó este proyecto fue la unidad. Fue un evento para el orgullo nacional que renovó la creencia de que Estados Unidos era la nación que dirigía el progreso y el avance de la humanidad hacia mejores planos de civilización. Más allá de las opiniones personales sobre el “destino manifiesto” norteamericano, creo que 50 años después el logro de nuestros vecinos es inspirador y nos hace reflexionar que como mexicanos nos vendría bien un proyecto en común, el sentimiento de un destino nacional. Algo en qué creer.
SOBRE EL AUTOR:
HÉCTOR HERNÁNDEZ
Líder Creativo Senior en Politiks360º
El creativo mas intelectual de la comunicación política. En eterna búsqueda del equilibrio imposible entre ciencia política y arte. Creador audiovisual y escritor de narrativas persuasivas que aspiran a provocar una reacción afectiva en el ciudadano.